martes, 20 de mayo de 2014

Capitulo II

Me encerré en mi casa a las 8 pm luego de algunas actividades no-divertidas que sólo contribuyeron a empeorar mi gripe y mi fobia social. Me encerré y me puse el pijama mientras la pava se calentaba para tomar algunos mates y comer unas galletitas que me compré en el supermercado. El fuego de la hornalla ardía, yo buscaba la yerba con la mano derecha dentro de la alacena mientras intentaba  fijar la vista en los minúsculos ingredientes del dorso del paquete de las  galletitas…

Ahí, justo ahí, mi merienda se vio devastada:  Oleomargarina.


Seguramente si no son vegetarianos o veganos no van a entender el peso de esa palabra. Pero, para que lo sepan: no las podía comer. Así que no sólo tuve que tomar mates solos sino que también rompí mi promesa de no gastar dinero innecesariamente. Entre mates y no-galletitas, empecé a escribir esto por no controlar la ira y el enojo que genera no-soportarse-a-uno-mismo.



***

Cuando tengo que llamar a mi ex de algún modo en mi mente lo llamo fantasma. Encontré en ese término la mejor forma de recordarme a mí misma que lo único que me quedan de él son sólo recuerdos y entonces cuando pienso en él no pienso en él realmente, sino en su fantasma. Sí, sé que parece como si estuviera muerto, por eso aún, cuando surge en las conversaciones, lo llamo por su nombre. Acá simplemente se llamará el ex.


El ex sufrió mis peores años. Sufrió, para ser más específica, una extraña obsesión por mi parte de que todo, absolutamente todo, se asemeje a un drama.



Las películas deberían indicar a través de un constante y sobresaliente subtitulo letra tamaño 16 que los hechos que contienen sólo ocurren en la ficción. En aquellos tiempos a mi me apasionaba la idea de que nuestra relación contuviera todo lo que contienen estas películas en particular: constantes y numerosos idas y vueltas, extensas cartas de amor, diálogos interminables, besos bajo la lluvia, engaños, mentiras, triángulos amorosos y, por supuesto, lo que no podría faltar: una pésima elección encargada de darle fin a la película.  

La llamada pésima elección se encargó no sólo de darle fin a nuestra película, sino que también de que el ex no me mirara a los ojos y mucho menos me dirigiera la palabra por muchos años. 


No, no es mentira cuando digo que  sufrió mis peores años.

Siempre admiré de mi misma mi gran capacidad de mentir. Durante mi adolescencia solía mentir mucho en pos de defender mi querida no-tan-querida amiga anorexia nerviosa y creo que fue durante ese tiempo en que me transformé en una experta de la mentira. 



Aquella tarde en que el ex se hizo conocedor de mi elección le mentí. También me mentí a mí. Después de todo, como buena experta de la mentira, sabía cómo hacerlo sin siquiera percatarme de ello. 

Créanme: no es fácil resumir a modo de receta de cocina una relación que aún, a pesar de los años, me hace pensar y crecer. 


Crecer y pensar…

***

Vieron que siempre dicen que después de la tormenta llega la calma, bueno, después de subir a la cumbre del mal humor, uno inevitablemente tiene que bajar. No, no tirarse, eso sería suicidio. Hoy me desperté, después de una semana, con un increíble buen humor. Tanto fue así que decidí limpiar finalmente el ya-no-tan-blanco balcón, cortarme decentemente el flequillo y hacer algo por mi desnutrido pelo carente de vitamina B12.



Claramente uno no cambia rotundamente su humor porque sí pero no, por si lo pensaban, no tuve ninguna noche de sexo. Transformándome en el papel de la amiga solterona que está en crisis emocional y no quiere pasar su noche de domingo sola me hice invitar por una amiga a un asado con los amigos de su novio. 

Las amigas hacen cosas que a veces uno no espera (o en verdad eso lo hacen los novios, pero ante la carencia, lo hacen las amigas). Mientras me cambiaba para ir, R estaba en el living y me dejó escrito en la computadora lo siguiente:


Ríe y sigue sonriendo que vas a ver que mas allá de las caras largas hay una dulce sinfonía de colores majestuosos que van a hacer que ese simple mal humor por no comprenderse se convierte en una autocritica para mejorar el espíritu y llegar a un punto que esos colores sean parte de tu hogar y te hagan feliz todos los días.

R es la única persona con la que compartía el gusto por la escritura pero dejó de escribir hace muchos años. A veces me pregunto por qué y otras veces me pregunto si yo podría dejar de escribir…
…sin desquiciarme. 


***

Hoy le conté a una amiga, Na, mi episodio de no querer estar conmigo y así y todo no poder deshacerme de mí. 


Es porque no estás trabajando, a mi me pasó. Es horrible, ¿viste?
Cómo no lo pensé antes…

***


Hace 3 días que estoy yendo a la playa, sola. Uno podría creer que pienso mucho estando allá pero no es así, el sonido de las olas al quebrarse enmudece mis pensamientos. Elegí Bestiario/Deshoras para leer en la playa. El silencio me ayuda a adentrarme a esa realidad paralela que ofrecen los cuentos.



El romper de las olas no rompe el silencio.

Leo una frase, le imagino un significado oculto, la releo, juego con ella, me mimetizo con ella. Sigo leyendo.

La primavera sabe que a pesar de que disfruto estos encantadores días de calor, no la quiero. No me gusta la primavera, me parece como si fuese alguien que entra sin golpear, hace  desaparecer las hojas caídas,  ahuyenta las nubes y te llena la casa de viento. La primavera me arranca de un tirón las mantas  y la esperanza de encontrar alguien a quien amar. Después de todo, mis relaciones siempre fueron en otoño o en invierno. 


Mis relaciones siempre fueron  frías.


***


El ex. Sufrimiento. Drama. Tragedia.

Todo esto venía a mi penoso y depresivo estado al enterarme que había cortado con la novia. La verdad que ahora que lo pienso no le encuentro sentido alguno y pienso que hubiera sido genial que alguien me preguntara el viernes: “¿de verdad estás llorando porque el ex cortó con la novia?”. Quizás me hubieran ahorrado algunos pañuelitos y algunos golpes a la almohada. 


El ex empezó a salir con una chica hace varios meses. Me generaba algo de alegría, tristeza y desesperación saber que finalmente había salido con otra chica después de mí. Cortó a los pocos meses de haber comenzado a salir y, días después de eso, me escribió. 

Salté, me reí, llamé a mis amigas y di varias vueltas alrededor de la mesa.  Lo bueno de vivir sola es precisamente  que uno puede actuar de forma cómica y lamentable y nunca nadie se va a enterar. 

A no ser que un día te decidas por escribirlo en un intento de novela...


Después de muchos años el ex había perdido el interés en estar molesto conmigo y sentía que el rencor estaba íntimamente vinculado al mal Karma. Bueno, eso fue lo que me dijo en verdad.
Los días que le siguieron a aquel día en que mantuvimos una especie de conversación planee cientos de formas distintas de cómo se podría llevar a cabo nuestro reencuentro y otras cientos de maneras de demostrarle que la rehabilitación de mi salud mental había surtido efecto. Ya no tenía por qué tener miedo. Los días que le siguieron también me armé de valentía para así proponerle de vernos. 


Se lo propuse.
Me rechazó. 

Los días que le siguieron a aquel  día en que me rechazó dejé guardadas en un cajón las cientos de formas distintas de cómo se podría llevar a cabo nuestro reencuentro y las otras cientos de maneras de demostrarle que la rehabilitación de mi salud mental había surtido efecto. 

Volvió con la novia. 
Eso fue todo.

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