martes, 22 de julio de 2014

Capitulo XV

El domingo no tuve más opción que levantarme 8 am. Levantarse a la mañana es una de las peores cosas que me pueden pasar. La única cosa que es aún más malvada que madrugar es -para mí-, madrugar, tener que desayunar as faster as you can y salir corriendo procurando no llegar tarde a donde tenes que ir porque no te levantaste a tiempo. Eso, para mí, es una mañana infernal. 

Me levanté a esa hora porque tenía que ir a buscar a un amigo de España al aeropuerto. Había ido a una ciudad cercana a pasar el fin de semana con amigos y yo estaba parando en su casa mientras (¿mientras el no estaba o mientras yo consiguiera finalmente un lugar en donde parar?). Me pidio que lo vaya a buscar en su auto cuando llegara y le dije que sí, obvio. No estaba segura de decirle que sí; no sabía si sentirme mal por haberle dicho ese "sí" con completa seguridad y confianza en mí misma -como si no me asustara- o bien, sentirme bien por estar devolviéndole el favor que él me había hecho. 

Después de haber llegado satisfactoriamente al aeropuerto logré ahuyentar de mi mente algunos miedos íntimamente relacionados con la ecuación (yo+auto)*100%3. Volvimos a la casa y yo salí a caminar. Era un domingo primaveral que yo estaba absolutamente decidida a aprovecharlo (ya que había madrugado, claro). Busqué en un mapa cómo llegar a la casa de G y empecé a caminar a paso lento. No quería hacerme ilusiones pero el plan se basaba en  algo así como escribirle un mensaje, que acepte la invitación a caminar y se transforme en mi compañero durante la caminata. 

Así,  finalmente nos veríamos, muejejeje (risa diabólica).

Lo desperté con el celular sonando a las 10.30 am. Me dijo que recién se estaba despertando así que me agarró uno de esos berrinches que me agarran cuando los planes no me salen como yo quiero y  no le conteste. Cambié mi ruta y caminé para otra parte. Pocos minutos más tarde recibo un mensaje de él: "estoy listo". Le expliqué cómo llegar a donde estaba: había encontrado una reserva natural que podría haber sido el escenario de cualquier drama-romance hollywoodense

Así que lo espere sentada en un banquito; como hacen en las películas...

Cuando finalmente me escribio que ya había llegado descubrimos que estabamos en el mismo lugar y no nos podíamos encontrar, no nos veíamos, no había manera. El parque era bastante grande y era algo que yo no sabía.  El había llegado por otra calle; no sabía cuánta distancia nos separaba uno del otro y me entusiasmaba la idea de ser yo quien lo encontrara. Me dijo que me quedara donde estaba que él iba a venir por mí. 

No way, my dear...

Decidí esperar unos minutos para probarme, para comprobar si sería capaz de no-irlo-a-buscar. Había una metáfora en eso y yo no podía cumplirla o no podía romperla, quién sabe. La cuestión es que me quedé esperando mirando una laguna donde se veían algunos patos. Mi ansiedad estaba en 100 y mi paciencia en 0. Me suena el celular y leo: "Creo que tu estás al otro lado del río"

Me levanté  del banquito sin siquiera pensarlo y cruce el puente creyendo saber dónde él estaba. Caminaba decidida, segura de que yo no tendría problemas en encontrarlo. Giré a la izquierda después de cruzar un puente y lo vi. G venía caminando hacía mí.  

Crucé el río hacia él (y cumplí la metáfora...)

Caminamos por largo rato y nos sentamos en cada lugar que creíamos valía la pena por las imágenes que regalaban a nuestras pupilas. G es un chico raro y lo único que sabía de él hasta aquel momento era que le gustaba el rugby, escribir y dibujar y que era inseguro. Me pregunté mientras caminaba a su lado si su silencio se debía a su inseguridad o bien se debía a algo que todavía desconocía de él.

Me acuso varias veces de ser mala, de reírme demasiado de las desgracias ajenas y de fumar demasiado. Sentí de repente que quizás no eramos tan compatibles como yo pensaba (bueno, cualquiera lo pensaría, créanme). Intenté no ser tan definitiva y pensar que quizás las diferencias derivarían en algo divertido entre los dos. 

Y salvaje y violenta en lo sexual, claro...

Mientras cruzábamos uno de los tantos puentes de aquel parque me tomó fuerte del brazo y me acerco a él para besarme. Olía a perfume, a perfume rico. Estuvimos un largo rato abrazados y en silencio. Cada uno miraba para un lado distinto de la laguna. Interrumpio el silencio diciendome que no podía estar en un mejor lugar que ahí conmigo. Por un momento sentí que en verdad se refería a la compañía en sí porque podía ser que a mí también me pasaba un poco eso. Aún no habíamos descubierto si nuestras charlas podían derivar en no-retos y no-reproches pero sí habíamos descubierto que nuestras bocas se llevaban muy bien.

Pasamos la última media hora antes de partir sentados frente a una fuente. El reflejo de los árboles era casi perfecto en el agua, como un holograma;  tan perfecto que no podía despegar la mirada de ahí. De a ratos posaba mi cabeza en su hombro mientras él me abrazaba y de a ratos me ponía inquieta y me acercaba para besarlo. ¿Cómo es que él reaccionaba ante esto? Se alejaba. Se alejaba y me miraba con cara de "loca, ¿qué estás haciendo?".  Según sus palabras su reacción se debía a que yo tenía la nariz fría. 

Come on...


En fin, no es mi culpa tener el Síndrome de Raynaud y te prometo que no me dieron a elegir. Por si quieren recopilar un dato de interés, este síndrome consiste en tener las extremidades casi siempre frías, casi heladas. 

El frío en mí no es una opción. No puedo desalojar al frío de mí.

Ya que estábamos en la sección "defectos propios" que tanto me gusta, le conté también que tengo lengua geográfica, rotación de tobillos, bursitis y un arco en los empeines sumamente abusivo. 

¡Hola! Soy especial.

Nos despedimos en una esquina y sentí en aquel instante un poco de ganas de separarme. Había algo que faltaba o algo que sobraba, no sé. Había algo raro entre nosotros que tenía que pensar.  Camino a casa intenté descifrar la forma en que me miraba cuando se alejaba de mí y el extraño  modo en que hacía esto último. 

Había, sin dudas, algo indescifrable en él también. 

***

Hace tres días que estoy sobrellevando un herpes en la pera y un fuerte dolor en la mandíbula. Me siento débil y estresada. Me preocupé por el dolor que se volvía cada vez peor y buscar en internet no hizo más que preocuparme más. Los consejos que dieron como resultado a mi búsqueda sólo decían que debería ir al dentista ya que puede o no ser grave.

Hola, no tengo seguro médico. Que alguien me ayude.

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