lunes, 30 de junio de 2014

Capitulo XII

Era martes y la seguidilla de días soleados había terminado. Cerca de las seis de la tarde le conté a mi hostess-chongo-frio-kiwi que iba a ir a la casa de G -el nuevo chileno- y me ofreció de llevarme. 

A G lo conocí básicamente enviando solicitudes de alojamiento antes de venir a Christchurch. El perfil de su pagina decía que le gustaba escribir y dibujar y tenia como misión cambiarle el color al mundo. Llamo un tanto mi atención por eso pero también otro tanto porque era sumamente parecido a C sólo que en estereotipo rugbyer/sentimental.

Desde lo que yo se, los chilenos no son como los chinos. Es decir, no son todos iguales. Por favor, no me hagan esto.

G me contesto que justo esa semana no podía pero que me iba a esperar cuando yo quisiera para ir a la casa por unos mates y torta. Lei algo de su blog y me llegue a sentir identificada. No cabían dudas de que G  tenia una relación con las palabras, así como la tengo yo. 

Al llegar a la casa y estar allí, frente a su puerta, me sentí un poco nerviosa. Por alguna razón cuando lo vi llegando a abrirme intenté  no mirarlo fijo a los ojos. Entramos juntos a la cocina y me presento a sus flatmates -all of them from South America- así que tuvimos conversación popular para rato. Después de un largo rato pasamos de ser siete personas charlando a ser tres. Después, dos. Al final, quedamos solos.

Comenzamos a hablar acerca de la escritura, después pasamos a las palabras y después a una palabra en particular muy toqueteada para mi gusto: amor. Debatimos el poder que se le da al amor como palabra y también del concepto de la felicidad eterna. Poco antes de ir a su cuarto a ver sus dibujos, se me erizo la piel al leer un poema que era su favorito. Era un poema carnal, violento y dulce a la vez. O quizás no lo era tanto y ese era el tono que yo le otorgaba encontrándome sentada junto a alguien que, por alguna razón de piel, sabia que no iba a ser un amigo.

"G tiene el cuerpo fuerte..." pensé en un momento en que me desconcentre completamente de la conversación. Me asustaba el hecho de pensar de que ya me estaba imaginando mi cuerpo desnudo sobre la cama, G sobre mi, las sabanas revueltas y sus fuertes piernas haciéndolo entrar y salir con firmeza de mi. 

Intente controlar las fantasías sexuales que cobraban fuerza dentro de mí y que  involucraban a ese pobre chico que apenas me empezaba a conocer. Hablamos de los días lluviosos y acerca de qué quería conocer yo de la ciudad ya que apenas conocía algunos "puntos turísticos". Le dije que a mi me gustaban mucho los parques y afirmándome que los parques son igual de visitables en días soleados y lluviosos, me desafió a ir al día siguiente a caminar al parque sea como sea el clima.

 Acepté a su invitación auto-cuestionándome: ¿dónde te estas metiendo? No, no por G en cuestión ni por no tener ganas de ir al parque con él, no por eso. Era mas precisamente porque dos chilenos, un mexicano y un kiwi era demasiado ganado para manejarlo sola. 

Estaba teniendo "química" con más hombres de los que había imaginado. 

***

Bom-ba: 

 De vez en cuando mis amigas me escriben con algún chusmerio como para mantenerme al tanto de las relaciones, embarazos, matrimonios y engaños que suceden en mi grupo social de Mar del Plata. A pesar de que no es lo mismo intercambiarlos entre mates y gritos (sí, no podemos no gritar), es divertido recibir un informativo de vez en cuando y dar una carcajada sola. 

La noticia que me habían dado esta vez era realmente muuuuy jugosa. N, el amante y  mi ex-jefe iba a ser papá. Intente ponerme en su lugar para sentir lo que el debía estar sintiendo en ese momento a más de 10.000 kilómetros de distancia. N casi se separa de la esposa por mí. N la engaño después de 1 año y algo más de casarse. N no pensaba tener hijos pronto. N me escribió en un e-mail que le gustaría volver a estar conmigo cuando vuelva a Argentina. 
En fin, imaginaba que yo no tenía manera de siquiera de ponerme en su lugar. El mal humor y la irritación que este hecho le producía debían ser terribles.

Bah, no sé, quizás solo estoy inventando.  Lo único que ruego es, por favor, nunca caer en esa situación. 


Enterarme de esto a la medianoche fue lo mejor que me podía pasar después de un día tan, pero tan de mierda. Fui a una entrevista para una posición que incluía  recepción y general duties (un poco de todo) en un motel. Estaba entusiasmada y ya hasta me podía imaginar detrás del mostrador con esa sonrisa falsa que tan bien suelo lucir haciendo check-in otra vez después de tanto tiempo.

Sabía que tenía que salir temprano de donde estaba parando para llegar a la hora de la entrevista al motel. Jamás imagine, de todos modos, que me iba a llevar 1 hora. Era la hora de la entrevista y yo estaba recién a mitad de camino. Llamé a la japonesa con la que había concordado el encuentro para avisarle que iba a llegar más tarde. Tardo 2 minutos en entender lo que le decía. 2 minutos, no exagero. 

2 minutos que,  claro, me reducen el crédito del teléfono y el crédito acá está caro (y no me lo paga papá...).

Una vez en el motel y mientras le hablaba de mi experiencia laboral a la japonesa, me miro con una cara de asco impresionante y me dijo algo así como: "vos tenes que hablar más lento. Si vas a hablar así, nadie te va a entender. No podes hablar tan rápido". Empecé a hablar como una persona bastante "especial" después de que me dijo eso. 

El trabajo no me gusto. Tenía que trabajar horas y horas y lo único que me daban era acomodación. I mean, no money!

Caminé la eterna vuelta a casa a un paso depresivo. Mi vida me pesaba. No tenía auto, casa estable ni trabajo. Era una pobre backpacker que sólo tenía unas mochilitas que llevaba de casa a casa constantemente. Me sentí sola como en Auckland y no me gusto. Me dije a mi misma que no iba a caer en esa patética situación otra vez. Si el no-animo seguía, agarraría mis cosas y me iría a cualquier otra ciudad que este cerca. 



***


Desde el día que conocí a G nos escribimos todos los días por celular. Estupideces, nada importante. Creí que iríamos al parque pero cuando me escribía nunca hacía mención a la invitación que me hizo aquel día en su casa. Sin embargo, siendo un Jueves me escribió para ir a una fiesta en su casa el Sábado. Le dije que sí y me volvió a preguntar a las pocas horas. Le volví a repetir que si y el Viernes lo quiso "reconfirmar". 

Le pregunté por qué lo hacía y me dijo que era inseguro. Contuve las ganas de contarle de que odio los planes y los compromisos ya que, de todos modos, este era un plan que probablemente terminaría bien (... bien  salvaje y violento)

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