miércoles, 4 de junio de 2014

Capítulo XI


El hostel era nada más y nada menos que una ex cárcel. Personas con el cerebro no tan atontado lo hubieran sabido con anticipación: Jailhouse era el nombre del lugar. Mi habitación era una celda, los empleados vestían remeras a rayas y había espacios que habían sido mantenidos intactos desde la época en que funcionaba como cárcel. Tenía miedo y sentía que las energías negativas me traspasaban el cuerpo.

Decidí dejar los bolsos rápido y salir a hacer algo que sabía me alegraría aunque sea un poco: comprar yerba para el mate. Llevaba a cuestas algo así como seis días sin tomarlo y la abstinencia me estaba carcomiendo por dentro. Creanme: uno sólo camina siete kilometros si siente una real y pura abstinencia de algo. 

***

La estadía en aquel hostel no resultó tan terrorífico. Aquel mismo día que compré yerba me paso a buscar un amigo de Mar del Plata y fuimos a cenar a la casa de otros dos chicos de allá. Parecía mentira que cuatro personas nacidas en una pequeña ciudad de la Costa Atlántica estaban ahora juntas en Nueva Zelanda. Cervezas van, flores vienen, sumamos  charlas y algo de comida y el resultado es asombroso. 

Cuando mi amigo me llevo devuelta al hostel, descubrí un grupo de tres chicos charlando con algunas cervezas atrás de un paredón. Uno de ellos me vio y me grito: ''Hello, hola!". Sin demostrar absolutamente ningún rastro de resistencia hacia la joda latina, me acerque y me hice muy amiga de un chileno, un español y un mexicano. 
Después de algunas flores y cervezas más mi capacidad por sostener la risa al escuchar al mexicano hablar era nula. No tuve otra opción que confesarle que sus palabras y su forma de decirlas son mi debilidad porque sino seguramente  iba a quedar bastante mal.

 ¡No mames, buey!

Terminamos yendo caminando a un bar que sólo me hizo confirmar el hecho de que no pienso salir durante todo el invierno. La música me retorcía los tímpanos y sacaba a mi Yo de su usual estado de paz. 

Si, así como la música calma a las bestias, algunas bestias se estremecen ante aquella que no merece la pena. 

Le dije al mexicano que prefería irme después de que casi me peleo de forma violenta con un kiwi. El pelado feo estaba borracho y  había decidido  repetirme una y otra vez: "Yes, you are hot, but my girlfriend is hotter than you". Le pelee con ese empecinamiento que caracteriza a las mujeres integrantes de mi familia. Es decir, si, si el mexicano no nos hubiera separado, le hubiera peleado hasta que quizás, en mi estado, le hubiera pegado. 

Dios, estoy admitiendo que tengo problemas de violencia. 

No me acuerdo en que momento de la vuelta fue pero el mexicano me beso. Yo creo que los mexicanos nunca van a ser "lindos" como el resto, pero tienen algo. Ese algo hizo que lo siguiera en el beso  y nos quedáramos un rato mas juntos afuera del hostel. 

¿Por qué no llego a nada mas? Digamos que se puso un poco denso, mi paciencia sufrió una caída libre y entre. 

El domingo a la noche parecía que me iba a brotar alguna especie de virus relacionado al aburrimiento pero, justo antes de eso y para mi suerte -o la de mi soledad-, conocí dos argentinos en la sala común del hostel. Charlamos menos de diez minutos pero estos bastaron para que repentinamente nos encontremos en su auto con una chica kiwi yendo a comprar un whisky para otorgarle un poco de emoción a la noche.

 Jugamos un juego de cartas que me obligo a hacer dos fondos blancos por perder y nos reímos a carcajadas por varios minutos después de probar una pipa que rondaba por ahí. 
Por alguna razón le fije a uno de estos argentinos, de 31 anos para ser especifica,que si saltaba la cerca lo iba a hacer el hombre mas feliz del mundo. A ver si se entiende, digo "por alguna razón" porque mi locura en aquel momento era extrema, no porque no supiera porque realmente esas palabras salieron de mi boca. 

Se ve que ver a los hombres someterse es algo que me genera cierta atracción.

Sin adentrarme en la sección psicoanalista encargada de analizar el por qué eso me atrae, voy a ir al punto: salto la cerca y  a pesar de que lo vimos pasar efectivamente al otro lado, escuchamos un fuerte ruido proveniente de su pantalón. A ver, saltar fumado una cerca no podía no tener como resultado, al menos, un pantalón roto.

Esa noche dio por finalizada con él+yo+una misma cama. El resultado para muchos seguramente sería sexo, pero no. Estábamos increíblemente fumados y borrachos así que resulto ser una situación bastante cómica. Claro, la comedia termino cuando, al intentar a darme un beso,  cayó en la cuenta de que se había acostado por alguien que cree cien por ciento en dormir al lado de un hombre sin que pase absolutamente nada. 

Es gracioso escribir aquello acerca de mi, cuando en verdad es esa situación la que siempre me hace estremecer y entrar en calor. Los roces son incómodos y estratégicamente calculados, las respiraciones son agitadas y los latidos  son ruidosos. Hermosa.

Al día siguiente el se despertó temprano y yo seguí durmiendo un poco más hasta que sonó la maldita/querida alarma. My jail period was finished! A través de una nueva invitación para volver a la casa de los couchsurfers, lo hice sin imponer mucha resistencia.

Recuerden: odio pagar por hostels.

Me paso a buscar a la mañana y antes de volver a la casa me llevo a algunos restaurantes a dejar el curriculum vitae. Yo arrastraba los fondos blancos de la noche anterior y mucho, mucho cansancio por haber dormido con alguien al lado y no contar con la cama para mi sola. 

Si, confieso que últimamente me parece imposible dormir con alguien al lado. 

"¡¡¡¡¡Estas aplastando mi soledad!!!!!" -le diría una parte de mi cerebro a aquel que lo hace-.

Durante el camino en auto me anticipo los planes para la noche: pijama party con películas y pochoclos incluidos. Es un tanto simpático y otro poco patético que esos "planes" creados por el me incluían a mi -que no podía decir que no- y a su flatmate -al cual le daba todo exactamente lo mismo-. 

A ver, lo que quiero decir es que planear un pijama party entusiasmadamente a los treinta y pico solo deja entrever problemas o vacíos presentes durante la adolescencia. 

Si, estoy hablando pavadas. Lo siento, me encanta.

Las películas combinaban tres de las -para mi- peores cosas: ingles; haber sido filmada en 1980; y, por último, una clase de humor que, si te tuviera que producir algún efecto, seria llorar en vez de reír. La situación solo se comenzó a mostrar interesante cuando yo, ya con las retinas cansadas de ver semejante horror cinematográfico, me recosté en el sillón y mi hostess me empezó a masajear los pies. Me cambie de posición y me empezó a dar besos en la cabeza y a acariciar las caderas. Yo, con esa postura propia de mascota de "me acuesto al lado tuyo y me acaricias todo lo que quieras", me quede acurrucadita a su lado. 

No se, si, quizás estoy necesitando muchas caricias últimamente. Demasiadas.  

Me ofreció que duerma con el pequeño perrito que tiene como mascota así, como para no dormir sola. Minutos mas tarde me retruco la oferta y me ofreció dormir con el pequeño perrito y él, como uno de sus combos baratos que no podes decir que no. Acepte sin muchos revuelos y, después de lavarme los dientes, me acosté al lado de el y con el perrito a mis pies. 

Tengo que admitir que tiene cosas que no me parecen atractivas pero algunas otras que si. Después de que sus manos recorrieran lentamente mi cuerpo por debajo de mi pijama por algunos minutos, me gire y nos besamos mientras que la situación comenzaba, bueno, mmm...¿cómo ser sutil? ¡Comenzaba a ponerse caliennnnnnte! 

Sí, podría haber buscado otra palabra pero no tenia ganas de pensar.

Lo que me gusto de el es que parecía una batalla y el ganador seria quien mas placenteramente muerda al otro. Porque no, queridos novatos, no se trata solamente de morder como se muerde un pan duro, es toda parte de la ciencia del placer. 

Me propuso ir al jacuzzi así que corrimos desnudos al patio después de pasar por algunas toallas por el lavadero. Desde el patio se podía ver la luna casi llena en el cielo y sentir el silencio de la noche en el aire. Mientras que lo abrazaba por los hombros y pensaba en lo lindo de todo eso me pareció un poco lamentablemente no estar junto a alguien con quien verdaderamente pudiera compartir la fascinación por aquellas pequeñas pero grandes cosas. 

Estuvimos juntos al volver al cuarto y a la mañana siguiente. No se si realmente es necesario hacer una especie de "conclusión" de cada encuentro sexual que uno tiene pero, por alguna razón, siempre lo termino llevando a cabo.

 A ver, simplemente disfruto de preguntarme a mi misma cómo me sentí. 

Llevando a cabo ese proceso analítico sobre aquella noche podría decir que me sentí responsable de demostrar como una latina puede ser en la cama. Y, para ser honesta y completamente humilde como siempre lo soy...fui una perra salvaje indomesticable. 

Bueno, ahora va en serio: fue raro. La postura del hombre kiwi no es algo que podría aceptar por mucho tiempo. De alguna forma siento que pese a que estén junto a una linda mujer, nunca se van a sentir especiales.  Los hombres kiwis, para ser más clara, son esa clase de hombre que vas, te sentas al lado en busca de algo de cariño y calor humano y te abrazan como lo harían con un perro pero siempre con la vista fija en la TV.

Al día siguiente me sentí un poco mal por C, el chileno. Después de todo había venido al sur de la isla a esperarlo a el y, quizás, probar con la convivencia. Sin embargo tan mal no me sentí ya que pronto conocería otro chileno que se ocuparía de entretenerme hasta que C viniera a salvarme. 

Salvarme de un incontrolable y placentero libertinaje...

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